Se sentó como de costumbre en la mesa frente al ventanal que tiene marquesa de durmiente de tren, frente a la radio reliquia con el candelabro y las revistas de moda encima.
Bebió en pequeños sorbos el amargo café sin azucarar, ya que así le gustaba, entrelazaba dos sorbos del líquido perfumado con el humo de la pipa que jugaba con la lengua unos segundos antes de ser expelido, pensó en ridiculeces, luego observó a la gente que transitaba por fuera del ventanal como el rodaje de una película lenta y mala, leyó unos versos del libro que hablaban sobre la vida y la muerte, frotó con sus dedos el mentón con barbilla, escribió unas líneas en la agenda que se relacionaban con lo leído y finalmente, la inspiración llegó, no escribió nada más, pidió la cuenta, guardo las cosas en el maletín y marcó el numero de ella en el teléfono móvil…
