diciembre 08, 2004

HAY TROZOS DE CRISTAL QUE NUNCA DEJAN DE MOLESTAR EN NUESTRA ALMA

Por fin cerramos ese día laboral, eran las 20 hrs. aprox. Y el sol caía del cielo ensangrentando el horizonte…
Renata, con su jovialidad encima me dice animosamente que fuéramos a beber unas cervezas, cerramos el local (20:30 hrs. Aprox.) caminamos hacia el Pub, estaba vacío como de costumbre, desfiestado, con un abandono desértico propio de un día de semana, entonces Renata, con su jovialidad encima me dice animosamente que mejor fuéramos a Santiago, después de todo mañana era feriado, no trabajaríamos y podíamos llegar ligeramente bebidas a casa o simplemente no llegar… Todo el resto de los acontecimientos sucedieron rápidos y breve como un resumen, cruzar la avenida desafiando al transito, esperar la ínter comunal, pagar después de atravesar la pisadera, animarse y sonreír, avanzar hasta el penúltimo asiento de la hilera tras el chofer…

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Durante el viaje hablar hasta por los codos, nada muy importante, comentar sobre el día, el desagradable y caluroso clima, la jefa y sus complicaciones laborales, las injusticias de la vida, etc. Cuando ya casi llegábamos al Terminal (21:15 hrs. Aprox.) un seco golpe a mi izquierda, veo un camión amarillo a centímetros de mí, me cubro la cara e instantáneamente me inclino a la derecha, Renata, con su jovialidad encima me dice animosamente si yo estaba bien, daba gritos y me tironeaba, la ventana se hizo pedazos, trocitos que me recorrieron el cabello, el cuello, la espalda…

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Como el camión no se detuvo, el chofer comenzó una desenfrenada persecución, aceleró tras él, solamente se tranquilizó cuando se cruzó transversalmente en el camino del camión. Lo que sucede después es incomprensible, Renata, con su jovialidad encima me dice animosamente muchas cosas, habla con todos los pasajeros, estaba muy alterada y con un incierto sentimiento de culpabilidad por haberme invitado a beber, yo ligeramente acelerada de latidos cardiacos, solo quería que los trámites policiales terminen, tenía calor y sobre todo sed, una sed que solo un buen numero de cervezas podía calmar…
Finalmente en Santiago bebimos lo suficiente. Al otro día al despertar reflexioné: se que en todo está la mano de Dios, y es el que me dijo que me detuviera a pensar en cada cosa que me enseña el vivir día a día, dar gracias por estar vivo, respirar y querer a la gente que me rodea. Se que todavía me quedan cosas que hacer en esta vida, decir , quizás eso es lo mas difícil en mí, el expresar lo que realmente siento o quiero decir, siempre dejo todo para mañana y me di cuenta que quizás mañana ya no estemos.

Pd:
Esta historia es basada en hechos reales y se han cambiado los nombres de los personajes para proteger su identidad real. Cualquier semejanza con otras realidades es mera coincidencia.

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